“La sala del Paisaje Cultural Cafetero no es un espacio decorativo, quieto y anclado en el pasado.
Hay un trasfondo filosófico. Reconocer nuestros orígenes, recapturar esos valores de identidad natural y cultural que se están perdiendo. No es dar una mirada idílica al P.C.C y engañarnos porque todo el mundo nos visita. Aquí lo que está en juego es la defensa del territorio, la sostenibilidad cultural y la existencia de unos grupos humanos que hoy han perdido cohesión social y económica. En medio de la crisis, el campesino está perdiendo su arraigo, el amor por su tierra; pues vive en medio de inmensas dificultades que lo empujan a migrar a la ciudad o sobrevivir realizando actividades que no son de su tradición y sabiduría.
Los chalets y hoteles rurales se multiplican, los edificios y construcciones de condominios invaden el espacio exclusivo del río e impiden que apreciemos el paisaje cultural cafetero; la ganadería avanza de manera implacable y la minería amenaza.
Por eso hoy a la luz de las transformaciones vertiginosas del paisaje nos preguntamos.
¿Hacia dónde vamos? A un campo sin campesinos?, a un paisaje ganadero o minero?
El gran reto por tanto no es solo que el paisaje sea rentable y genera acumulación económica rápida, sino evitar que sea destruido y arrasado ante las miradas incrédulas o negligentes de sus gentes y gobernantes. Lo más grande y maravilloso de los grupos humanos no es cuanto poseen, sino la conexión maravillosa entre el territorio, la cultura y su vida social de la cual se sientan dueños y orgullosos”.
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